sábado, 28 de diciembre de 2013

Óscar Tardío Benítez: In memoriam


Óscar / © Óscar Tardío Benítez
.
. 
Hola Morral. Llegué de Calella anoche de madrugada y ahora acabo de llegar a mi casa. Me fui directo a la de P. Tenía miedo de dormir sólo. Me abracé a ella, cerré los ojos reposando mi cabeza sobre sus pechos, y por unos instantes me imaginé que estaba abrazado a ti. No te asustes. Me siguen gustando las mujeres. Sólo que tú eras un ángel, caí ayer en la cuenta; un ángel que transmitía esa calma y esa paz que tanto nos va a hacer falta de aquí en adelante, y me dio un rollo “Ghost” psicodélico (o psicotrópico, vale, la culpa la tuvo el Kiku unas horas antes al manufacturarse un dos papeles de marihuana de pedo bendito y de muy laaargo recorrido), aunque muy práctico, la verdad, porque me relajé, que era mi ansiado objetivo. No es que sea creyente, ya lo sabes, pero me da que los ángeles son como los duendes, no tienen sexo ni bandera ni religión.
.
Llevaba cerca de 72h de amargo maratón. Primero la llamada de Kiku el 25 a la noche, luego el viaje a Calella… No te dio tiempo a saber que mi madre me había regalado, entre otras, una parca y esta bonita maleta…
.
.
.
… y se me ocurrió pensar que ambos regalos, en su conjunto, ofrecían un simbolismo de lo más cómico dado que llevo una temporada con todos mis trastos distribuidos por toda su casa. Lo que nunca se me ocurrió pensar es que estrenaría ambas prendas para un viaje que nunca, jamás, querría haber realizado. El único viaje que no deseé llevar a cabo bajo ningún concepto. Y de pronto allí me vi, en un tren con destino a Barcelona para darte el último adiós. Vino Alfons a recogerme y dormí en su casa. Nos acostamos tarde viendo fotos, muchas tuyas, para variar. Estábamos en estado de shock.
.
Es raro. Aún me queda el reflejo de esperar tus collejas sonrientes por mi afición a fotografiar según qué cosas con Instagram, tu voz gritando al otro lado del teléfono: “¡Chustooon…!”, para hablar incansablemente de nuevos software de fotografía, de proyectos que nos quemaban en las manos, de horizontes que se dibujaban en nuestra imaginación “llena de pajaritos”.
.
. 
Nuestras últimas risas whatsáppicas, las dos primeras del 23 de diciembre. La última de hace unos meses, sopesando la idea de marcarnos una rápida escapada a Marrakech / Essaouira que finalmente nunca pudo ser debido a la virulencia de tu tratamiento.
.
.
También me queda el reflejo de buscarte para decirte, “¡Hey, Pixilla, he conocido a tus amigos de los que tanto me hablaste!”. El tonto reflejo de pensar en hacerme una foto con ellos para luego enviártela… ¿A dónde, exactamente? Qué duro, amigo. Me encantaría poder decirte que allí estaban todos, tal como me los habías descrito mil y una vez. Iván, el compinche para el último viaje de Alfons y mío a Córdoba por Halloween (tu hermano aún se descojonaba de las máscaras que llevamos); Santi, “el tipo capaz de comerse la peor guarrada del mundo” (llevábamos sin vernos desde Marruecos). También Mónica, tan guapa como decías, pero sobre todo de gesto tan dulce como habías descrito. Salva, “el tipo más duro que conocías”, y sin embargo tan entrañable. “Tan duro como para vivir dos años en Andorra en una Citroën Express”, admirabas. Un tipo increíble, sí señor. Hablamos bastante. Vaya par, debíais de dar miedo. Ricard, el vivo retrato de un tipo de gran corazón, como Gaizka, “el loco de las pelucas”, autor de una de tus fotos más divertidas y delirantes, quien por cierto, fue el único capaz de hablar en tu funeral sin romperse en mil pedazos, qué gigantones bonachones. Dani, “ese gran person que estabas empeñado en que conociera porque nos indignábamos del mismo modo cuando viajábamos”, ese modo que te lleva a perseguir buscavidas a la carrera para aplacar una violenta sed de justicia imprevisible como un volcán cuando tratan de tomarte el pelo o de robarte sin elegancia. Fue él quien me acercó de Calella a Sants, en el Mercedes bueno, motor puta madre, que una vez pintó en Ashila y que yo vi en un video que me enseñaste mientras lo conducía por Marruecos, sonriente, y escuchando a Julio Iglesias. "Es el tío más feliz del mundo", decías entre carcajadas. Llegamos raudos y quitándonos el turno de palabra a traición en un habitáculo “lleno de pajaritos”, tantos como los que nos dejó el dos papeles del Kiku, quien no paró de llorar como un valiente. Como todos, la verdad. Sin miedo ninguno. Tal era la pena. Aunque si hubieras visto a estos dos mutantes de Kiku y de mí abrazados y mocosos como chiquillos tú también habrías sentido pena, puedo asegurártelo. Pero de la estampa que debíamos de ofrecer al respetable J Seguramente había muchos más amigos que me dejo sin nombrar, pero comprenderás que mi cabeza no estaba muy despierta. Aún me cuesta pensar.
.
.
De izquierda a derecha, Gaizka, Óscar, su madre, su padre e Iván, en un viaje realizado a la aldea de Cuenca, en Córdoba, para raparle la cabeza a Óscar / © Living my cáncer / Óscar Tardío Benítez
.
.
Lo que me dio por pensar ayer es que fuiste un hombre bueno que tuvo la virtud de rodearse de gente buena. Esto dice mucho de ti. Tanto como el hecho de que fueras un ángel o duende lo demuestra, precisamente, que sea tu estela lo que nos hayas dejado en herencia: Un pequeño ejército de gente buena, cada uno de su padre y de su madre, a los que sin que nadie nos diéramos cuenta formaste a medida con muchas sonrisas y pequeñas enseñanzas que ahora se revelan fundamentales. Una particular y variopinta tropa de grandes corazones con ese nexo común que es la bondad y la pureza sin postureo ni cartón. Me consuela pensar que si he perdido un amigo también he ganado nuevas amistades que te construiste poco a poco a modo de fortaleza, el gran proyecto de tu vida. Sí, eras un ángel, por eso te fuiste el 25, día de Navidad. Ya sabes que no soy creyente, pero sí que me vengo arriba y asocio nido con pájaro con tan sólo unas pocas caladas. De ese modo nos hicimos amigos (¿o no?), por nuestra afición a pensar atropelladamente, a la velocidad del rayo. Con la sonrisa perenne en el rostro: Tú natural. Yo (tal vez) inducida. Da igual el medio cuando el mismo fin es igual de loable: Vivir, sonreír.
.
.
.
.
Te conocí en medio del viento un mes de diciembre. Quizá en la plaza con más viento del mundo, abierta de par en par al Atlántico, en Marruecos, “ese país donde las montañas mueren en desiertos y los desiertos en mares violentos”. Te acababas de divorciar y habías decidido perderte por el África negra -esa misma que yo sólo accedería a conocer si era de tu mano-, sin fecha de vuelta, con tu perro, Ego, y con tu coche, un todoterreno del año 3 que habías convertido en un hogar rodante de hacer kilómetros con tus hábiles manos ‘MacGuiver’. Ya no estás aquí para corregirme, pero supongo que te diría, “Vete a tomar por culo y vente a dormir a mi casa. Perro incluido”. A esto último no accediste, pero te quedaste unos días y Ego al menos pudo comer y beber con nosotros en aquel estupendo jardín que tenía la casa. Luego volviste unos días con Santi, yo dejé la casa, me perdí a su vez por Asia y la siguiente vez que volvimos a vernos fue en el aeropuerto de El Prat. Fue cuando yo volvía de Berlín para pasar la Navidad en familia. Viniste a recogerme y nos perdimos en un bar de la antigua Barceloneta para ponernos al día. Pagaste tú, por cierto, yo estaba sin un duro. Nos habían pasado tantas cosas. “Qué cojones hace el Gassó en Berlín. ¿Me lo puedes explicar?”. Aquel día que nos presentó Leila en la Place de Moulay el Hassan fue como ese primer día de clase en el colegio infantil en el que sólo de una mirada o un gesto -estírame el dedo. Y el otro se tira un pedo-, ya sabes quién será tu amigo del alma durante todo el curso y todos los que vengan después. Mismo humor, mismos horizontes, mismas ganas de gamberrear este mundo lamentable para quitarle hierro a esa gravedad gratuita que algunos se empeñan en ponerle a la vida…
.
.
Este es el cielo que quedó en el ocaso de tu despedida. Seguro que fue obra tuya, Pixilla ;)
.
.
Estos días recuerdo aquella mañana en Rishikesh, norte de India, yendo a curiosear el ashram en el que estuvieron los Beatles. Caminábamos uno al lado del otro, hablando de los momentos de soledad a los que uno se enfrenta cuando se viaja 'de a uno' en trayectos que duran meses. De pronto nos quedamos callados y pensativos, nos miramos, paramos en seco y nos dimos un sentido abrazo para ahuyentar esa supuesta soledad y falta de cariño. Fue el instante previo a que dos sonoras carcajadas rompieran el momento absurdo que habíamos creado sólo por echarnos unas risas. También, la huida de ese parque temático de la espiritualidad dominado por pijipis occidentales de hostia redentora que emprendimos a bordo de un taxi con cuyo maletero mega oxidado yo me abrí la frente, cantando “Malagueña salerosa” como grito de victoria. Son muchos momentos. Como el chile que te comiste en una daba de Nueva Delhi, “¡Me sobran huevos!”, haciendo caso omiso a nuestro "No lo hagas". Capitán Guindilla. Pasaste del morado al azul y del azul al amarillo y tardaste tres horas en volver a poder hablar tras calcinarte garganta, nariz, orejas y cerebro. Lo que nos pudimos reír el Kiku y yo mientras nos mirabas con cara de “sois un par de hijos de puta” con sonrisa de oreja a oreja. Risioterapia de la maldad bondadosa como modo de vida. Esa fue siempre la idea.
.
. 
.
. 
Te fuiste sin explicarme el método Dragan, Pixilla. Ya ves, sí, fue una de las tantas tonterías que me dio por pensar mientras pasaba de la incredulidad al llanto y del llanto a un desconsuelo que se me antoja infinito. Leía los últimos Whatsapps de hacía escasas horas, leía el post que me habías dejado hacía tan sólo un par de días en mi muro de Facebook, leía tu última entrada a “Living my cáncer” y… No me lo creía. No podía dejar de mirar la conversación a la que le hice una foto de esas que tanto detestabas sólo porque estaban hechas con un móvil. Me hace sonreír pensar en esto. En realidad es una captura de pantalla, no una foto. “Pos vale”, dirías tú. “Un chustón”. “Todo lo que no sea un f1.4 es un chustón para ti, jodido Polvorilla”, contestaría yo. Y luego sé que los dos nos quedaríamos mirándonos de reojillo y pensando en silencio, para nuestros adentros, si no sería el otro el que en realidad tendría razón. Tampoco el último Whatsapp que te envié el día 25 a las 12.12h del mediodía, al que ya nunca contestaste: “¿Cómo va? Lanza bengala”. Luego me enteraría de que quisiste advertirle a tu hermano de que nos contestarías a todos después de descansar un rato, por la tarde. Fueron tus últimas palabras. Yo pensé que no contestabas porque estarías sobrepasado de mensajes y también de efectos tóxicos secundarios de esa última quimio que, para esos días, ya estarían empezando a presentarse, como ha ocurrido en cada sesión de este último ciclo. Lo hablamos muchas veces. Una cosa y la otra, los efectos de este último complejo químico, que ya te había provocado acúfenos y sordera, pero sobre todo la incapacidad de gestionar tal avalancha de cariño con todo éxito. Normal. Tu forma de entender el mundo era un canto de sirenas que atraía a multitudes. Así que no le di importancia. Te llamaría el 26. Pero el teléfono se adelantó. 
.
En la noche del 25, después de 24h de auténtica maratón familiar, salí a la calle a dar un paseo a cabezazos contra esa “ciclogénesis explosiva” (o “creativaaaRL…”), que en realidad era una ventolera de mierda y cojones de toda la vida, peste de nombres apocalípticos. Calles vacías, viento fresco en el rostro, deambule sin rumbo. El plan perfecto. Nunca llevamos muy bien que nos taladrasen el tarro, bastante teníamos con mantener bajo control nuestra hiperactividad cerebral como para que alguien nos contase su fascinante vida interior. Y de pronto sonó el teléfono. Era Kiku, 23.19h. A las 21.35h tu cuerpo no había podido más. ¿¿¿Qué??? ¡Si habíamos estado de coña hacía nada! Y yo no te veía mal. Siempre te lo dije. Había pasado por lo mismo que tú 15 años atrás y hablábamos del tema con bastante franqueza. Suavizando, pero sin desviar las cuestiones que te inquietaban. Y te juro, Óscar, que nunca pensé que nunca llegarías a puerto. Estaba convencido de que TODO quedaría en una muesca más en una vida, la tuya, plena de viajes y aventuras. Busqué asiento, mareado. Te habías ido y no había sido capaz de ver venir semejante oscuro desenlace. Tiene cojones que después de esa breve conversación balbuceante con Kiku sólo quedara viento, como la primera vez que nos vimos en la Place de Moulay el Hassan. Viento violento y silencio. Sólo silencio.
. 
Aún no me puedo creer que ya no estés. Pero ya está. El peor de los escenarios ha sucedido y “ahora sólo queda asimilarlo”, que dijo Dani en la puerta de Sants. A la salida de la Iglesia tu padre nos pidió un  “No olvidéis a mi hijo” y no, no te vamos a poder olvidar. Siempre estarás con nosotros. Como decía tu bienquerido Salva removiendo los hielos de un gintonic de Hendrix que nos calzamos a tu salud en el garito que más detestabas de toda Calella (lo que entenderás que me pareció la mejor elección, un pacto es un pacto; todo por echarse unas risas): “Para mí no se ha ido”. De hecho ya han surgido varios proyectos en tu memoria. Uno es una página web que albergará todos tus trabajos fotográficos y todos tus textos (incluido el inconcluso “Fotografía Accidental”), y a ser posible un capítulo de cada uno de tus amigos -que me comprometo a editar y abrillantar uno por uno-, explicando quién fuiste, con su correspondiente galería de fotos de álbum personal (amén de una sección de vídeos que lleva el nombre de Kiku, advierto al aludido). También, un encuentro homenaje después de Semana Santa en Essaouira, a donde se baraja bajar tu catxarret, por cierto, después de terminar de arreglarlo, aprovechando que Ricard y Gaizka concluyen allí un rally con esos jeeps por los que les inoculaste el gusanillo de trotar a cuatro ruedas por los sinuosos caminos de África. Juli, ese “otro crack”, como decías, tu hermano, opina que tú ibas repartiendo semillitas de ganas de hacer cosas entre la gente. Parece cierto. Y bueno, por último, ya sabes que me vengo a arriba con espantosa facilidad, se me ha ocurrido que estaría bien liar a la Estación de Grandvalira para crear un premio fotográfico con tu nombre, en Calella, que trate sobre el espíritu de superación personal. Alfons sería el perfecto director del proyecto. Ah, y una exposición para las navidades del año que viene.
. 
Ya ves que no te vamos a olvidar nunca, Polvorilla. Vamos a echar mucho de menos a ese ángel que fuiste, consagrado a salvar vidas en la montaña o en el fuego. 
.
Y joder, qué insoportable se hace ahora la idea de que nada pudiéramos hacer nosotros por salvarte a ti la tuya... 
.
Me impresionabas mucho, nenico. No sé si te insistí suficientes veces. Esa frase tan tuya y que tan bien te definía y que pronunciaste en diferentes momentos de tu vida, siempre quitándote y quitándole importancia a las cosas que no debían de tenerla. "Si se puede, se puede. Y si no, ¡a otra cosa, mariposa!". Queden tus palabras, pues, esas que tanto me impresionaban mucho antes incluso de quedar escritas, en lo que hoy sé que fue tu despedida (tal vez) inconsciente pero certera:

“Hoy es día 23 de diciembre. Son ya ocho meses de tratamiento. Sin progresión, sin mejora. Sé, a día de hoy, que dos de los tres tratamientos protocolados para mi enfermedad no funcionan. El futuro es incierto, siempre lo es. A algunos este futuro se nos muestra más real y próximo que a otros. Así que desde esta posición que se me antoja vivir os pido que no se os ocurra desaprovechar vuestra vida. ¡Sacudiros la pereza y salir a por todas! ¡Es una orden! ¡Coño!

[…] se avecina tiempo de cambios y noticias importantes. Un desenlace quizás próximo, por lo menos un punto en el horizonte hacia donde trazar rumbo. Y es que yo no necesito un continente donde sentirme firme, ni tan siquiera un salvavidas al que agarrarme. Yo aún sigo fuerte para seguir nadando en mar abierto durante mucho más tiempo rumbo a las estrellas”.
. 
Te quiero mucho, Polvorilla. Y te voy a echar mucho, muchísimo, de menos.
(Nunca pensé que perdería a un amigo del alma).
.
.
.
.
.
Algunas estampas para el recuerdo... LOL
.
.
Paseando por las calles de Nueva Delhi con una israelí temerosa de Pahar Ganj / © Kiku Comino

Qué bien lo pasamos con el ojo de pez del Kiku y unas cuantas cervezas nocturnas / © Kiku Comino

Viajar en tren por India es SÚPER divertido, tal como se ve en la imagen filtreada como TANTO le gustaba a Óscar ;)

Abandonando Rishikesh tras reventarme la frente contra la puerta del maletero de un taxi oxidado y antes de arrancarnos por bulerías una "Malagueña salerosa"
.
.