domingo, 12 de octubre de 2014

'Festiclown', una caravana de risas ante la barbarie

Durante nueve días una expedición internacional de payasos dirigida por el gallego Iván Prado ha recorrido Cisjordania buscando la sonrisa de 33.000 palestinos..


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Débora Matos, integrante de la compañía brasileña de teatro y clown, Traço, actúa en el hospital Al-Makased de Jerusalén ante una familia procedente de Gaza tras la última ofensiva israelí © Rafa Gassó
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Débora Matos, integrante y fundadora del grupo de teatro brasileño Traço, se quita la nariz de payaso y conteniendo las ganas de romper a llorar con la profesionalidad inherente a su oficio, se acerca a hablar con su acento suave y meloso a una familia recién llegada de Gaza. A su lado asiente en silencio respetuoso el clown Egon Seidler, su compañero en este viaje. A Pepe Viyuela, cómico de infinitos registros gestuales y curtido cooperante en conflictos bélicos, le cuesta disimular la tensa mueca de seria preocupación que desdibuja su faceta más conocida. Lo mismo le ocurre al músico Mr. Kilombo, Miki, cuando comienza a oír unas detonaciones nocturnas que no sabe discernir si son petardos o disparos de subfusil. Son diferentes momentos de una expedición tan titánica como romántica que, bajo el nombre de ‘Festiclown Palestina', ha llevado en su segunda edición a un grupo de ‘Pallasos en Rebeldía' capitaneados por el ‘flautista de Hamelín' de las risas gallego, Iván Prado -de ahí la doble "l" en lugar de la "y" que tanto confunde a los castellano parlantes-, a recorrer los territorios ocupados de Cisjordania en busca de una merecida sonrisa tras la última ofensiva israelí contra Gaza, franja donde no se les permitió actuar.

A tan arrojada y diríase que extraña comitiva, de pasaporte dispar, habría que sumar a los payasos argentinos Laura ‘Mandarina' y Marcelo González, a la compañía de cómicos trapecistas de uruguaya y madrileño, ‘Kanbahiota', al clown y acróbata polivalente, hijo de Teresa Aranguren, David Cebrián, al catalán Pablo Superestar o al escocés Johnny Melville. Todos ellos, apoyados por la cantera de la Escuela de Circo de Ramala, han actuado durante nueves días y ante cerca de 33.000 personas, en calles, escuelas, hospitales y campos de refugiados, en un tour por el desastre que comenzó en Jerusalén y continuó en Belén, el Valle del Jordán y Ramala antes de concluir en Nablus.

En busca de un final feliz

"Somos payasos. Hemos venido a tratar de sacaros una sonrisa". Quien habla acercándose de puntillas a una familia de mujeres que rodea y protege a un bebé recién llegado de Gaza es Débora. Primero la miran con recelo. A ella y a su compañero, esos dos brasileños cuyo acento inglés les cuesta reconocer y que han aparecido de la nada por los pasillos del hospital Al-Makased de Jerusalén vestidos con zapatones, ropajes estrafalarios y sin que quepa una pizca de color más en su maquillaje. Pero poco a poco, vistas las carcajadas del personal sanitario y contrastada la fama que les precede -son los mismos que un día antes consiguieron arrancar sonidos guturales de pura alegría a un bebé que llevaba dos meses mudo de voz y de mueca por el horror de una masacre que aún no comprende-, acceden a dejarse mimar por las carantoñas patosas de estos dos actores de teatro que saben muy bien lo que hacen. Como el resto de la experimentada caravana circense, llevan varios años desarrollando en paralelo este proyecto de clowns que trabaja con los más vulnerables y la misma cosa conseguirán días más tarde en la UCI del hospital de Rafidia, en Nablus. Allí, una adolescente herida por los bombardeos israelíes en Gaza, que perdió a su padre y cuya madre se encuentra también ingresada por quemaduras, llora el dolor en su significado más amplio hasta que los ve aparecer y le resulta imposible reprimir las carcajadas pese a lo incómodo de reír tras una mascarilla de oxígeno.

"Es lo peor de esta guerra, el daño psicológico. La heridas físicas se curan y los muertos se entierran, pero recuperar a alguien traumatizado es difícil", explica Ihab, un psicólogo palestino que trabaja en terapia de clown con niños y participa activamente en el festival. Lo sabe bien él y lo sabe también Pepe Viyuela, horrorizado junto al resto de compañeros que han ido a actuar en una gala que tiene lugar en un parque de Jerusalén. Allí, cientos de niños y adolescentes convierten una circense y soleada mañana de domingo en un polvorín con forma de ratonera a punto de reventar. Es la forma que tiene de relacionarse gran parte de toda una generación que ha nacido bajo la ocupación militar de un Estado con pocos miramientos a la hora de someter "terroristas". O lo que es lo mismo: cualquier palestino que les cuestione. La función, entre carreras de motos suicidas, peleas a guantazo limpio y un sinfín de pistolas de plástico capaces de disparar pequeños proyectiles improvisados que no hieren pero sí hacen daño -el juguete preferido de cuanto niño y no tan niño puebla el extrarradio de un norte que la última ofensiva en Gaza terminó de difuminar-, hacen que la fiesta esté a punto de suspenderse, varias veces, en beneficio de la integridad física de la expedición. Es el resultado de la violencia endémica que han visto en sus casas, en la calle, en el constante acoso que han sufrido desde que nacieron y que a una inmensa mayoría de críos que no levantan un palmo del suelo le ha costado la vida de padres, madres, primos o vecinos. Los cerca de 500 menores muertos este verano tampoco han ayudado. Para Rashed Swafta, coordinador de la ONG "Jordan Valley Solidarity" y palestino de mirada dulce y gesto calmo, que asume con paciencia que el Gobierno de Israel les haya arrebatado el derecho a extraer el agua que mana de sus pozos y ahora deban de comprársela a ellos -que son quienes la extraen-, a unos precios más que abusivos, el miedo está en saber qué pasará de aquí diez años con toda esa generación. No pocas voces temen que una vez sean mayores ya estén listos para "matar judíos", una ilusión de madurez muy recurrente entre la chiquillería.

Con todo, recuerda Ihab tratando de expresar en palabras la esperanza innata del pueblo palestino, "tenemos que vivir e intentar ser felices". Quizá eso explique las ganas de reír, pese a todo, de una asistencia esforzada en dar las gracias a cada momento e inmortalizar la alegría y los abrazos que se hacían con la expedición en mil y un ‘selfie'. En palabras de Iván Prado, director del Festiclown, "esta edición ha sido la más hermosa, compleja y necesaria de todas, movilizando miles de risas, corazones y esperanzas desde un lugar de humanidad llamado ‘payasería internacional', para derrumbar el Muro de la Vergüenza, el miedo y el ostracismo, armados con narices de payaso y con el alma a flor de piel".
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Festiclown cierra su expedición con un éxito de sonrisas

La brasileña Débora, de la compañía 'Traço', actúa en un hospital de Nablus © Rafa Gassó



"En 2002, durante la segunda Intifada, llenaron estos tanques de agua [que suministran a la Ciudad Vieja de Nablus] de veneno. Nos costó limpiar todas las cañerías cerca de siete meses". La mayoría de la expedición de 'clowns' que conforma esta segunda edición del 'Festiclown Palestina' guarda silencio tragando saliva con los ojos enrojecidos mientras algunos, despojados de esa nariz de payaso que todo lo puede, se han apartado del grupo discretamente y liberan sus lágrimas, sin complejos, sentados en una esquina.

Es el final de un tour 'turístico' por la barbarie de la ocupación capitaneado, entre las disculpas por el exceso de información, de Wasdi Yaeesh -director de la ONG 'Human Supporters Association' y socio contraparte local del festival-, que ha terminado en la plaza del barrio de Alquerion, en la ciudad vieja de Nablus. También, el primer contacto del grupo con lo que Israel ha definido como "la capital del terrorismo", antes de que todo el equipo regrese a los camerinos improvisados en cualquier parte de la ciudad -desde los campos de refugiados de Balata, Askar o Alaeen, a la escuela otomana de Fatmia o los hospitales de Rafidia o Nacional-, para vestirse, maquillarse y lanzarse a un multitudinario pasacalles en el que no faltarán las sonrisas emocionadas y los sentidos abrazos palestinos acompañados de un "gracias por venir", como agradecimiento sincero de un sorprendido público que paraba su actividad con la boca abierta -comercios, curiosos y paseantes-, conforme avanzaba la comitiva de la más bella locura.

"La salud mental es muy importante para nosotros. Que nadie olvide, y especialmente los niños, que más allá de la guerra y la destrucción de la vida diaria existe el color y la risa, la distracción y, sobre todo, la cultura", explica Ihab Ghafri, psicólogo de formación, 'clown' local participante en el festival y arrojado videoperiodista, que trabaja con los más pequeños, traumatizados y con casos de amnesia por lo que han tenido que presenciar y sufrir a lo largo de sus jóvenes vidas.
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Una función con final feliz

Es el caso de una adolescente proveniente de Gaza e ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital de Rafidia, portadora de una prematura mochila aparcada en algún lugar de su memoria en la que guardar a un padre fallecido y a una madre que lucha contra intensas heridas en la Unidad de Quemados del mismo centro médico, varias plantas más arriba. Débora Matos, integrante junto a Egon Seidler de la compañía de teatro brasileña Traço -que paralelamente compatibiliza un proyecto de 'clown' que trabaja en hospitales-, logra que se relaje y eche a reír tras la máscara de oxígeno tras varios minutos bailando y cantando una dulce bossa con el objeto de alejar el sollozo de una aséptica habitación cuya única música posible, las 24 horas del día, es la que escupe el electro marcando sus constantes vitales. Luego será Débora quien aleje su propia tristeza, sentada y en silencio, sujetando su nariz de payaso entre las manos, en alguna butaca de algún hospital, mientras mira sin mirar a ninguna parte. Le ha ocurrido ya varias veces en este viaje. Desplomarse con discreción tras lograr que un niño que llevaba dos meses sin soltar palabra emitiese un sonido gutural de alegría al verles haciendo el payaso. Literalmente.

Y así, entre risas, carcajadas y otras medias sonrisas que ahogan el drama y expulsan fantasmas de territorios físicos y mentales, concluía la expedición 'Festiclown Palestina' ante un exultante público de cerca de 2.000 personas que coreaba y aplaudía animoso el buen hacer de esta campaña de locos benditos, en el teatro al aire libre de Jamad Abd Al-Nasser de Nablus y bajo la vigilancia, en la lontananza de los picos de las montañas que rodean a la ciudad, de cuatro cuarteles militares del ejército de Israel y nueve 'checkpoints' preparados para aislar y cerrar la ciudad en un tiempo récord de cinco segundos.

Lo hacía a bordo de un trenecito que entró en escena anunciado por el compás de la rumba de Mr. Kilombo y del que se apeó la magia de Traço, Laura Mandarina y Pablo Superestar, el mimo hilarante de Johnny Melville, las acrobacias de David Cebrián, Kanbahiota y el Palestinian Circus School con sus sorpredentes Dance Boys y, por supuesto, el director de orquesta, en calidad de presentador, Iván Prado, quien recordó que "como metáfora de esa nueva humanidad que está por llegar, el 'Festiclown Palestina' ha reunido artistas de un corazón extraordinario, de una generosidad sin límites, que nos han hecho soñar que el circo, el 'clown' y las artes se convertirán en una palanca de transformación de la vida".
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jueves, 9 de octubre de 2014

Payasos en medio de la rabia

Marcelo González, de 'La Máscara' , en un campo de refugiados de Belén © Rafa Gassó
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"Prefiero las balas y las bombas a esto". Con esta aplastante revelación, apagando un rostro de seria preocupación, resumía Marcelo González -cómico argentino de la Cía La Máscara, 'Pallaso en Rebeldía' curtido en conflictos bélicos al que los 'milikos' arrancaron un trozo de dedo en una de las muchas torturas que sufrió antes de poder huir de su propio país e instalarse en Barcelona-, una de las galas que la expedición 'Festiclown Palestina' celebraba en el parque Rockefeller de Jerusalén. De donde partirá hacia Nablus, sumando esta localidad a las ya visitadas Belén, Ramala o el Valle del Jordán. Es la otra cara que pocas veces se ve de un proyecto tan romántico como titánico cuando se trata de llevar sonrisas a escenarios difíciles golpeados por la pura desesperación.


Tras el escalofriante verano que devastó a la franja de Gaza durante la última ofensiva de Israel, los ánimos parecen aún más caldeados para una generación que ya nació en punto de ebullición y que no pocas voces temen ver, de aquí a 10 años, tomándose las cosas con menos calma con la que hoy encajan, lo inexplicable, sus mayores. Poco o nada tenía que ver el ambiente de otra gala anterior en la céntrica Puerta de Herodes pese a las arriesgadas consignas de Iván Prado -director del Festiclown Palestina-, que la traductora no llegó a compartir con el público, tal vez por la cercanía de una comisaría en la que otro director, el socio contraparte del festival, 'Health Work Committee', pasó varios años encerrado.

Así, y en una jornada en la que la Fiesta del Cordero, el 'Eid al-Adha', coincidía con el Yom Kippur -o Día de la Expiación, la fecha más sagrada del calendario judío-, la 'shabab', que es como se conoce a una chiquillada adolescente que habita algunos parques, especialmente en esta parte del mundo, amenazaba con hacer saltar la gala por los aires. Y casi literalmente. El excesivo calor, la rabia soterrada de toda una generación crecida en un ambiente de extrema violencia física y psicológica, de continuos registros, controles y otros checkpoints, en la que una gran mayoría tiene un padre, una madre o un familiar muerto por el fuego de la ocupación, convirtió un día festivo de carreras salvajes de motos y de caballos y peleas a puñetazos entre chavales que disparan a dar con pistolas de aire comprimido como otros chutan balones, en un constante polvorín a punto de reventar.
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Pepe Viyuela o David Cebrián

Trabajos de fondo como los de Iván Prado, 'Hamelín' de multitudes con cuerpo y mente de niño, capaz de amansar a las fieras con una nariz de payaso y cuatro carreras, o el propio Marcelo, Pepe Viyuela, David Cebrián o la excelente compañía Kanbahiota, con un exquisito espectáculo de trapecio capaz de dejar en silencio a la más conflictiva asistencia, lograron capear un temporal que a punto estuvo de suspenderse varias veces en beneficio de la integridad física de una expedición que no sólo llena de confeti y coloretes las calles, sino que también se pasea de hospital en hospital sacando del letargo a niños de expresión asustada y mirada esquiva que aún siguen llegando de Gaza. Es el caso de Pablo Superestar o de los brasileños Traço, especializados en arrancar primeras sonrisas a aquellos que las borraron de una memoria traumatizada por lo que nunca conseguirán entender.

Entre ayer y hoy, el escocés Johnny Melville y el músico español Mr. Kilombo le tomaban el relevo a Pepe Viyuela en el campo de refugiados de Shuafat, al otro lado del checkpoint de Ananta, antes de que el 'Festiclown Palestina' -ese mismo del que el propio Viyuela reclama que se convierta en guión de película por la complejidad y terrible comicidad de sus bastidores-, se despida esta tarde de Jerusalén con una gala por todo lo alto en el Teatro Nacional Palestino. Su próxima parada, Nablus. El objetivo, "llevar sonrisas a los más castigados", en palabras de su director, ha de cumplirse.
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jueves, 2 de octubre de 2014

'Cis-clown-dania'


Iván Prado y Pepe Viyuela inauguran su desfile de payasos por territorio palestino, desde Jerusalén Este hasta el valle del Jordán. "Somos los 'cascos azules' de la humanidad"
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© Rafa Gassó
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Casi en familia, con grandes dosis de improvisación y cierto surrealismo -como debe ser cuando se trata de una compañía de payasos en constante gira por el desastre-, se presentaba ayer en el centro cultural Nidal de Jerusalén la segunda edición del Festiclown Palestina, un festival que pretende llevar la risa "a quien más lo necesita", en palabras de su director, Iván Prado, quien recordó la reciente ofensiva de Israel sobre la franja de Gaza.

"Los payasos somos los 'cascos azules' de la humanidad, nuestras armas de diversión masiva sólo dejan muertos de risa", ha explicado Prado acompañado de Pepe Viyuela, otro de los cómicos que participarán en esta segunda edición.

Desde hoy, y hasta el próximo 9 de octubre, una comitiva de 'clowns' encabezados por el propio Prado y Viyuela, pero en la que también participan músicos como Mr. Kilombo y artistas de uno y otro lado del océano -caso de los brasileños Traço, la argentina Mandarina o el español David Cebrián, hijo de Teresa Aranguren-, el Festiclown se paseará desde las calles de Jerusalén al Valle del Jordán, pasando por Belén y Ramala, con una programación que ofrecerá 'shows' de calle y galas en diferentes teatros así como escuelas, hospitales y campos de refugiados.

"Es hora de acabar con esta barbaridad que nos incumbe a todos", ha indicado Viyuela, cómico bregado en conflictos bélicos, en referencia a la llamada que recibió de la organizadora del festival, Pallasos en Rebeldía, cuando le propusieron unirse a la expedición. "Este es un problema de todos los que no hacemos nada por luchar contra las injusticias", ha explicado recordando cómo este verano, tras ser testigo de la "brutalidad" de Israel, sintió unas "muchísimas ganas de regresar" a una región en la que ya ha trabajado en diferentes ocasiones. "Me mueve el inmenso dolor que me provocan los conflictos y en los que más sufren son los niños, que no entienden nada de lo que pasa". Viyuela, además de actuar, impartirá varios talleres, como el que comenzaba hoy mismo con la organización palestina 'Health Work Committee'.
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Una agenda accidentada

Esta segunda edición de un Festiclown, que inicialmente iba a celebrarse el pasado mes de enero en los campos de refugiados sirios de Líbano y que tuvo que suspenderse tras el atentado que acabó con la vida del ex ministro libanés de Finanzas, Mohamed Shatah, es la versión para Oriente Medio de un festival gallego de trayectoria europea y con 15 años de historia, que también cuenta con sede en la indígena Wiricuta, en México, o en las favelas de Rosinha, en Río de Janeiro (Brasil).

"La idea comenzó durante la Segunda Intifada mientras impartía un taller de 'risoterpia' en Irán", explica Prado. "En aquella ocasión sentí que mi lugar estaba en Palestina". Así, en 2009, y durante una expedición de Pallasos en Rebeldía -colectivo alumbrado a partir de la organización 'Cultura Activa'-, en Gaza durante la Operación Plomo Fundido, de la que recuerda el fuego de mortero a 300 metros de donde estaban actuando con los niños en pie, negándose a que se suspendiera la actuación, concluyó que al año siguiente le daría su forma definitiva. "Pero ocurrió que en el paso de inmigración del Ben Gurion [el aeropuerto de Tel Aviv] me estaba esperando la misma funcionaria con la que ese año anterior había tenido problemas al negarme a abrir mi cuenta de correo personal en su ordenador. 'Do you remember me?' ["¿Te acuerdas de mí?"], me preguntó nada más verme", rememora el 'clown' de Lugo. Y tal cual, "acabé desnudo, detenido durante una noche y expulsado del país al día siguiente. Luego supimos que las maletas nunca salieron de Madrid". Era 2010. En 2011, por fin, pudo celebrar el primero. Y esta edición vuelve a ser "más necesaria que nunca", concluye el payaso. "Por todos los niños que aún siguen entrando en los hospitales de Cisjordania provenientes de Gaza".
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