lunes, 21 de octubre de 2013

Las vidas perdidas del Sáhara


Para quien no se hizo con El Mundo el domingo 20 de octubre de 2013, posteo aquí el original del reportaje que escribí ese día para el suplemento CRÓNICA (una doble página que al cierre de la edición hubo que trasquilar por cuestión de espacio y se quedó con un tercio menos de caracteres), sobre el trabajo que desde la Sociedad de Ciencias Aranzadi están haciendo por exhumar cuanta fosa común cavase Marruecos durante el conflicto con el Frente Polisario. 
Aquí, también, el artículo que salió publicado en la web del periódico, que acompañaba al documental que se hizo sobre ese mismo trabajo, La semilla de la verdadde Eztizen Miranda, cuya edición final cuelgo al final del post. 


Las vidas perdidas del Sáhara

Un 20 de octubre Marruecos avanzaba hacia la antigua colonia española del Sáhara. Una Marcha Verde que dejó incontables desapariciones entre la población autóctona saharaui. Un equipo capitaneado por el forense Francisco Etxeberría se prepara ahora para regresar al lugar de los hechos a trazar y exhumar el mapa de la fosa común más grande del mundo: La del olvido. Los ocho cadáveres descubiertos este junio destapan una causa hasta hoy enterrada entre el silencio y la arena.


“¿Dónde está el Frente Polisario? ¡Dame tu carné de identidad!”. Mohamed Mulud Lamin, un beduino dedicado al pastoreo de cabras y camellos en el desierto del Sáhara, no tiene respuesta para el oficial del Ejército marroquí que le acaba de formular la pregunta. Antes de que pueda articular palabra, recibe un tiro en el corazón y cae muerto a plomo. Es el 12 de febrero de 1976, 14 días exactos antes de que España, que en ese momento aún es responsable de su colonia en el Sáhara occidental junto a Marruecos y Mauritania en un Gobierno provisional tripartito, ceda de manera definitiva la administración de esas posesiones en el Reino Alauí. Junto a él hay otro pastor beduino, Abdelahe Ramdan, quien minutos después cae también asesinado junto a su compañero por el mismo método de pregunta y disparo del oficial marroquí. Apenas unos meses antes, sobre estos días de octubre de (hoy) hace 38 años, Marruecos ha iniciado su Marcha Verde con la intención de que alrededor de 350. 000 ciudadanos suyos y 25. 000 soldados ocupen el territorio que España se dispone a abandonar. La ONU ha advertido y ratificado que debe de ser el propio pueblo saharaui quien decida si debe o no debe ser independiente a partir de ese momento, y Hassan II, rey de Marruecos, provoca una invasión ‘natural’ de su gente que legitime su anexión del codiciado territorio. Como resultado de todo ello, miles de saharauis, que en paralelo están siendo borrados del mapa del tesoro por Marruecos con una lluvia indiscriminada de fósforo y napalm, han comenzado un éxodo hacia un exilio cuya huida requiere de ingentes cantidades de agua, elemento fundamental para la supervivencia de cabras, camellos y estos nuevos desplazados en un desierto, el más cálido del mundo, cuyas temperaturas alcanzan los 52 ºC. Es en un pozo a orillas de esa larga travesía que llevará a la hammada argelina, hoy zona en la que se ubican los campamentos de refugiados saharauis, donde el oficial del Ejército marroquí se ha encontrado con los beduinos, que iban a por agua. Eran civiles sin ninguna vinculación guerrillera. Y el Ejército los ha matado. No serán los únicos.
Francisco Etxeberría, el médico forense quizá más activo en la participación de exhumaciones por la Memoria Histórica en España, el mismo que certificó el suicidio de Salvador Allende o la presencia de restos óseos en el ‘caso Bretón’, con una larga trayectoria profesional y mucha experiencia en materia de desapariciones forzosas, tampoco piensa que hayan sido los únicos asesinados. Lidera un grupo de arqueólogos e historiadores que se ha propuesto destapar cuanta fosa común cavase en su día Marruecos. No cree que las dos sepulturas que el pasado junio revelaron la existencia de un total de ocho cuerpos de desaparecidos, de los cuales dos eran niños, vayan a ser los únicos restos que encuentren. Por eso, en menos de un mes, regresará a la zona con la intención de abrir dos nuevas fosas localizadas junto a las dos ya descubiertas en verano. También señalará cuanto enterramiento encuentre en una inspección que podría ser abundante. “Esto sólo es el comienzo”, corrobora Eztizen Miranda, miembro del muy reducido equipo que viajó por primera vez para la investigación de las primeras dos fosas. “Sabemos que hay más”, anuncia.


El equipo de Etxeberría trabajando sobre terreno / Foto: Eztizen Miranda / Aranzadi

Un sepulcro innumerable
Si nos atenemos a las cifras que ofrece la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA), la labor de localización y desentierro de nuevas fosas podría ser larga y tediosa. Según esta, en el total del conflicto saharaui hubo más de 4. 500 casos de desaparecidos, cifra que Marruecos negó, en palabras del presidente de dicha asociación, Abdeslam Omar, “hasta que fueron descubiertos los centros clandestinos de Galaat Maguna, Agdez y El Aiún en el año 1989”. Dos años más tarde, en 1991, Marruecos libera a 322 saharauis y asegura que ya no existen más desaparecidos. Sin embargo, y tras la visita de James Baker, enviado de Naciones Unidas en 1999, Marruecos reconoce hasta 43 casos de fallecidos en el centro de detención de Galaat Magouna, pero alega que el resto de desaparecidos están establecidos en los campamentos de Tindouf, en Mauritania o en España. En diciembre de este mismo año, el Consejo Consultivo de Derechos marroquí reconocía en un documento al que ha tenido acceso CRÓNICA, un total de 940 casos de desapariciones forzadas en Marruecos y el Sáhara occidental, de las que 638 son saharauis y entre las que un total de 351 habrían muerto durante las detenciones. Las cifras, pues, no hacen pensar que ocho de los cuerpos ya exhumados por el equipo de Etxeberría –de los que cuatro que son víctimas mortales reconocidas del cuartel militar de la ciudad de Smara-, vayan a ser las únicas.
“¿Dónde está el Frente Polisario? ¡Dame tu carné de identidad!”. Quien narra con pelos y señales la historia, fiel a una tradición oral que ha permitido que los más mínimos detalles de este suceso se mantengan presentes en el tiempo, es Abba-Lí, entonces un adolescente de 14 años, testigo directo de los hechos, y hoy una pieza clave y fundamental en la investigación sobre fosas comunes de desaparecidos saharuis en esa zona –en la actualidad “liberada” y bajo control de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (Minurso)-, que está llevando a cabo la Sociedad de Ciencias Aranzadi, con Etxeberría a la cabeza.
“A mi me tocaba el siguiente”, cuenta Abba-Lí con un gesto calcinado a fuego lento por cuarenta años de sol inclemente y olvido internacional. “Pero cuando me fue a apuntar se le cayó el arma al suelo, de la mano. La recogió, me empujó hacia donde yacían los cuerpos y…”. Y en ese momento, rememora pausado como el que ha narrado esa misma historia millones de veces, generación a generación, para no olvidar, lo que sucedió: “Eché a correr y me escondí detrás de un soldado”. Un gesto desesperado que, al contrario de lo esperado, fue su salvación cuando este último le pidió al otro que dejara al chico con vida. Luego, el oficial vuelve a la fosa y dispara los dos tiros de gracia en sendas cabezas de los dos beduinos. Así lo recuerda Abba-Lí. En crudo. Tal cual fue.
“Es impresionante cómo lo que nos cuenta el testigo coincide a la perfección con lo que nos encontramos en esa fosa, la nº 2”, continúa explicando Miranda. De tal modo, observan los dos orificios de entrada y salida de los primeros disparos, como describe el testigo, y otros dos en el cráneo. “Primero les disparan y luego les rematan”. Por si fuera poco, el relato de la hija de Mohamed Mulud Lamin, que habla del color gris de una zamarra que ese día llevaba su padre, se encuentra, casi intacta, envolviendo aún sus restos óseos. O el rosario de bolas verdes y rojas descrito por el hijo de otro desaparecido, que casi cuatro décadas después de permanecer bajo tierra, aún podría decirse que conserva vivo el color el recuerdo. “Sobre terreno cogimos muestras que enviamos a la Universidad del País Vasco, pruebas de ADN, etcétera, y que dieron un 99,9 ‘periodo’ de verificación” –remarca Miranda.
En 2010 Marruecos publicó otra lista con unos 200 desaparecidos, con nombres y apellidos, “aunque con información vaga, poco precisa”, previene Miranda, sobre el paradero de esas personas. “En la mayoría de los casos informan de que han muerto durante la detención”, prosigue, “pero al menos cuatro de los cadáveres que nosotros exhumamos aparecen en esa lista”. El propio hijo de Abdelahe Ramdan fue avisado por Marruecos, en su día, de que su padre había muerto en un enfrentamiento con el Frente Polisario, primero, y de que en realidad había muerto mientras era trasladado, detenido, a la ciudad de Smara, después. “Algo muy interesante”, interviene Iñaki Rebolledo, otro miembro del equipo, “es que los casquillos encontrados en las fosas pertenecen al armamento militar marroquí, lo que no deja espacio para las dudas”, ataja.


Eztizen Miranda e Iñaki Rebolledo, parte del equipo de la investigación / Foto: Rafa Gassó


Camuflados bajo turbantes
La génesis de la investigación llevada a cabo por el equipo de Etxeberría no deja de tener tintes épicos. El viaje, en respuesta a la llamada de AFAPREDESA, después de que en marzo de 2013 un pastor beduino encontrara restos humanos en la zona conocida como “Sáhara liberado” –un tercio del Sáhara occidental recuperado por el Frente Polisario-, ha de hacerse con la mayor discreción. Cualquier información o movimiento no podrá ser revelado hasta que no se tenga la seguridad de que los restos de las personas que se han ido a identificar son los mismos que están siendo buscados y reclamados por las familias desde hace casi 40 años.  
Toda la investigación debe de ser muy discreta, en parte “debido a las condiciones en las que se vive aún hoy en día en el Sáhara occidental”, explica Miranda. Para añadirle un poco más de tensión dramática al asunto, las fosas se encuentran muy cerca del muro conocido como “de la Vergüenza”, una defensa de 2. 720 kilómetros de longitud que separa Marruecos de los territorios liberados por el Frente Polisario, en el Sáhara occidental. A sus pies están los soldados, un despliegue total que se estima en cerca de cien mil hombres, y por delante de estos, una alfombra de minas plantadas lejos de protocolos, que se extiende, caótica, sin orden ni concierto conocido, a lo largo de toda la fortaleza.
Deberá viajar el equipo mínimo y entrarán como turistas. “Las fosas se encuentran a menos de un kilómetro del muro. Teníamos que ser muy cautos porque sabíamos que estábamos siendo vigilados por los marroquíes”, recuerda Miranda. “Además, es un terreno peligroso, está rodeado de minas anti persona por lo que teníamos que estar muy alerta de dónde pisábamos”. En día y medio ubicaban las fosas gracias a los diferentes testimonios y analizaban todas las muestras. En cuanto al hecho de entrar en la zona y trabajar “disfrazados”, es el propio Etxeberría quien resta importancia a lo que parece el guión de una película de aventuras con un final feliz en el que, si no ganan los buenos, al menos sí lo hace la justicia histórica; un filme heroico con todos y cada uno de los ingredientes del género: “Básicamente había que trabajar con turbante por la intensidad del sol, que era excesiva. Yo me había llevado una gorra de visera que no servía de nada. Aunque, obviamente, las chilabas nos ayudaban a pasar más desapercibidos”, reconoce.
En noviembre regresan. Entregarán los primeros restos que encontraron el pasado mes de junio a las familias. Sienten parte de esa responsabilidad histórica como suya. Y quieren que haya presencia internacional que dé cuenta de lo que pasó y de lo que podría pasar. Que nunca más un suéter de talla infantil aparezca en una fosa con un agujero de bala a la altura del corazón, una cruel bandera que ondea el olvido al que se ha sometido a un pueblo masacrado. "Esto no ha hecho más que empezar", parece llamarse el nombre de la misión.


Foto: Eztizen Miranda / Aranzadi



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Pincha en este enlace para ver el documental completo de "La semilla de la verdad".




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