In Memoriam: Òscar Tardío Benítez from Kiku Comino on Vimeo.
Juli me pidió que presente los
videos que ha preparado Kiku. Todo un honor para mí, porque Kiku fue, junto con
todos vosotros, uno de los primeros regalos que me hizo Óscar. O más bien los
videos de Kiku, porque conocí antes los videos del Kiku que al propio Kiku. Hace
unos años me encargaron fotografiar una boda y los clientes también querían
video. Yo entonces no hacía video y contándoselo a Óscar, porque yo hablaba
mucho con Óscar de fotografía y de curro, me dijo: “Pues tengo un colega que hace
unos videos que se te va la olla”. Una frase muy de Óscar, eh. “Que se te va la
olla”. En fin.
El caso es que como tenía que
presentar estos videos, hablé esta semana con Kiku por Skype. Es curioso, pero
sabéis que Skype, cuando se abre, te saca por defecto las últimas
conversaciones que tuviste, y allí apareció un grito que decía “¡Morral!”, que
era una de las formas que Óscar y yo utilizábamos para llamarnos. “¡Morral!”
Ahí se había quedado congelada mi última conversación con Óscar. “Morral” era
como me llamaba mi abuelo. Que yo utilizase esta expresión con Óscar es muy
significativo. Mi abuelo fue una de las personas que más ha influido en mi modo
de ver la vida y en mi personalidad. Murió hace 26 años y aún sigo hablando con
él. Y me está pasando lo mismo con Óscar. Mi abuelo era un hombre bueno, duro
como una roca, pero bueno y justo, con un sentido de la decencia y de la
honradez exacerbado. No era un hombre serio. Ni mucho menos. Era un tío muy
divertido. Un hombre que sabía reírse de si mismo y de todos los demás, pero de
él primero. Un hombre que contagiaba la risa. Un hombre en el que te podías
apoyar porque sabías que nunca te dejaría tirado. Un hombre que sabía
distinguir perfectamente cuándo había que utilizar la palabra y cuándo el
coraje, cuándo era tiempo para la paz y cuándo para la guerra. Amigo
inquebrantable de sus amigos, si había que utilizar una u otra no le temblaba
el pulso, os lo puedo asegurar. Exactamente igual que Óscar. Por eso yo le
llamaba Morral. Porque mi sentimiento hacia él es el mismo que tuve hacia mi
abuelo. El de admiración y profundo cariño hacia el perfecto compañero de armas
con el que avanzar, hacia delante, sin descanso, en esta batalla que es la vida.
De hecho, sin ser creyente, sólo hablo con dos personas que ya no están entre
nosotros: Una es mi abuelo y la otra es Óscar.
“Iré a cualquier parte siempre que
sea hacia adelante”, dijo uno de los mayores exploradores y viajeros de este
mundo, el Dr. Livingstone, supongo. Sin miedo. Y sin mirar atrás. Como el
viento, un elemento muy presente en este video que vais a ver. A veces suave, a
veces huracanado. Pero siempre viento hacia adelante.
No es casualidad que a Óscar lo
conociese en medio del viento, en la costa atlántica de Marruecos, en
Essaouira, en la plaza, posiblemente, con más viento del mundo. Allí estaba él.
Tomándose un té. Sonriente, con esa mirada que ponía de corderito, incapaz de
matar una mosca… Aparentemente. Porque esa es otra cosa que siempre me
impresionó de Óscar. Su determinación para sacar pecho, y su capacidad para
resolver problemas rápido y evitando sulfurarse demasiado. “Si se puede, se
puede y si no, ¡a otra cosa, mariposa!”, otra de sus frases míticas. Recuerdo
que al poco de conocernos fuimos a hacer una excursión a una playa muy bonita
que está muy cerca de Essaouira, y que se llama Sidi Kauki. Fue la primera vez
que conduje su catxarret, por cierto, hablando de cosas míticas. Al llegar la
hora de comer, aquello es medio desierto, medio playa, no encontrábamos ningún
lugar. Y de pronto, en medio de la nada, vemos lo que parecía un bar, por
llamarlo de alguna manera, una construcción de adobe perdida de la mano de Dios.
Allá que vamos. Bueno, pues si éramos creo que 5 comensales, el tipo, que era una especie de
Torrente, debía llevar diez años sin duchar, lleno de lamparones, nos saca,
para los cinco, una especie de tapa de huevos de camello enana y asquerosa, por
la que además nos quería cobrar una pasta. Yo llevaba unos meses viviendo en
Essaouira, se suponía que conocía la zona, y quizá por eso me sentí responsable
y me indigné. Muchísimo. Mucho. Quería matarlo. Entonces Óscar, muy como era
él, respirando hondo, me dice: No te preocupes. Enviamos a este tío a la mierda
y saco embutido que he traído del Maresme: Choricito, salchichón, jamón… Y os
invito a comer. Así era Óscar. A mí me iba a reventar la vena del cuello de la
rabia que sentía en ese momento y él ya se había hecho con la situación sin grandes
aspavientos. Práctico y resolutivo. Estas semanas, viendo trabajar a Juli,
organizando todo esto, con esa fuerza y entusiasmo que tiene, pensaba mucho en
esto. Pensaba, coño, ya sé de dónde le venía a Óscar tanta fuerza y tanta
templanza. Son los Tardío Benítez. En fin, nuestra amistad fue como un
flechazo, por qué no decirlo. Es curioso esto porque Óscar, cuando te hablaba
de alguien, cuando te lo describía, solía decir: “Es un tío que enamora”. Y en
realidad el encantador de serpientes era él. Era él quien enamoraba. Supongo
que nos conocimos en un momento vital muy parecido, los dos estábamos en un
punto de inflexión muy importante de nuestras vidas, y quizá por eso congeniamos
muy bien.
Y el viento nos llevó a la India, otro
de los países que veréis en este video. Era el primer viaje que de alguna
manera sellaba un pacto. Me explico: En mi experiencia he llegado a la
conclusión de que hay dos tipos de mochileros. Los que aprenden a viajar en
África y los que lo hacen en India. El había aprendido a ser viajero en África
y yo en la India. Yo le abriría las puertas de India y él, a cambio, lo haría
de África. Son dos continentes parecidos, pero lo cierto es que el que ha
empezado primero con África, luego India le cuesta. Y al revés. Y ese fue el
caso de Óscar. India no le entró bien, pero como era un tío muy práctico y
resolutivo, decidió darle la vuelta a la tortilla y sacarle partido. Así que
fue un viaje muy divertido donde el “Morral” pasó a convertirse en el “Polvorilla”,
como le llamaban en el trabajo. Al principio se puso excusas. Yo recuerdo
despertarme a eso de las 9h, ver que la habitación de Kiku y Óscar estaba cerrada,
ellos solían compartir habitación, y pensar, bueno, pues ya se levantarán.
Bajar a desayunar y entonces encontrarme con Óscar, que ya llevaba horas
levantado, explicándome nervioso: “Que vengo del internet porque se me ha ido
la olla. Yo en unas semanas empiezo la temporada de la nieve y no sé qué hago
en este país de mierda, a ver si me van a echar del curro, porque yo debería de
estar trabajando, en Andorra, y no aquí. Y me he liado con las fechas y se me
ha ido la olla. Y esto está lleno de mierda, y yo quiero ducharme con agua
limpia, y me está picando todo”. Al final solucionó lo del trabajo y de ahí
pasó al otro extremo. De pronto te venía y te decía: “Tío, he pensado que podíamos
torear una vaca. Hay mogollón”. En ocasiones como esa se le podía frenar y
menos mal, porque la vaca es el animal más sagrado de India y si le haces algo
puedes acabar en Guantánamo. O cuando quería comprobar si es cierto que los
elefantes le tienen pánico a las ratas. Elefantes y ratas, dos cosas muy fácil
de juntar en India. Ahí sudabas. Yo recuerdo que hasta el tío negociaba sus
compras en perfecto español. Decía, “¡Bah, si estos me entienden perfectamente!”.
Y lo acojonante es que era verdad. Le entendían. Pero otras veces no había
forma. Lo sabe Kiku y lo vais a ver vosotros en el video, como cuando se puso a
vender menús en los restaurantes de Nueva Delhi, demostrándole a los indios
cómo hay que trabajar. O como cuando decidió comerse un chile picante de un
solo bocado para demostrar que los indios eran unas nenazas y estuvo una noche
entera sin poder hablar, con la garganta calcinada. De lo que más recuerdo de
ese viaje es a Óscar con una “idea” nueva cada 5 minutos, y yo quitándosela de
la cabeza y diciéndole: “Tío, vamos acabar en comisaría”. O el viaje al Templo
de las Ratas, ¿eh, Kiku? India, templo y ratas, qué combinación. ¿A quién se le
ocurrió que era una buena idea ir a visitar un templo dedicado a las ratas en
India? Sólo vi una vez a Óscar con cara de mosqueo, y sale en este video, en la
escena en la que vamos en un taxi, saliendo de Rishikesh, en el que su cara de
agobio es total. Y eso es antes de ir al Templo de las Ratas. Incredible India.
Porque el resto del viaje lo recuerdo con muchas risas y muchas anécdotas que
me vais a permitir que no cuente. Óscar y yo éramos muy de cumplir pactos entre
caballeros, y sólo hubo uno que no pudo ser: Que fuese él quien me abriese las
puertas de África. No pudo ser y no sé si algún día volveré a querer viajar a
África.
El viento, conforme me trajo un
buen día a Óscar, un buen día se lo llevó. Viento somos. Algún día, el viento
me llevará a mi también. Ese día volveremos a volar juntos, en mar abierto, por
detrás de las estrellas.
Te quiero, compañero eterno.
Siempre en mi corazón.
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