Marcelo González, de 'La Máscara' , en un campo de refugiados de Belén © Rafa Gassó |
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"Prefiero las balas y las
bombas a esto". Con esta aplastante revelación, apagando un rostro de
seria preocupación, resumía Marcelo González -cómico argentino de la Cía La
Máscara, 'Pallaso en Rebeldía' curtido en conflictos bélicos al que los
'milikos' arrancaron un trozo de dedo en una de las muchas torturas que sufrió
antes de poder huir de su propio país e instalarse en Barcelona-, una de las
galas que la expedición 'Festiclown
Palestina' celebraba en el parque Rockefeller de Jerusalén. De
donde partirá hacia Nablus, sumando esta localidad a las ya visitadas Belén,
Ramala o el Valle del Jordán. Es la otra cara que pocas veces se ve de un
proyecto tan romántico como titánico cuando se trata de llevar sonrisas a
escenarios difíciles golpeados por la pura desesperación.
Tras el escalofriante verano que
devastó a la franja de Gaza durante la última ofensiva de Israel, los ánimos
parecen aún más caldeados para una generación que ya nació en punto de ebullición y que
no pocas voces temen ver, de aquí a 10 años, tomándose las cosas con menos
calma con la que hoy encajan, lo inexplicable, sus mayores. Poco o nada tenía
que ver el ambiente de otra gala anterior en la céntrica Puerta de Herodes pese
a las arriesgadas consignas de Iván Prado -director del Festiclown Palestina-,
que la traductora no llegó a compartir con el público, tal vez por la cercanía
de una comisaría en la que otro director, el socio contraparte del festival,
'Health Work Committee', pasó varios años encerrado.
Así, y en una jornada en la que la
Fiesta del Cordero, el 'Eid al-Adha', coincidía con el Yom Kippur -o Día de la
Expiación, la fecha más sagrada del calendario judío-, la 'shabab', que es como
se conoce a una chiquillada
adolescente que habita algunos parques, especialmente en esta
parte del mundo, amenazaba con hacer saltar la gala por los aires. Y casi
literalmente. El excesivo calor, la rabia soterrada de toda una generación
crecida en un ambiente de extrema violencia física y psicológica, de continuos
registros, controles y otros checkpoints, en la que una gran mayoría tiene un
padre, una madre o un familiar muerto por el fuego de la ocupación, convirtió
un día festivo de carreras salvajes de motos y de caballos y peleas a puñetazos
entre chavales que disparan a dar con pistolas de aire comprimido como otros chutan
balones, en un constante polvorín a punto de reventar.
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Pepe Viyuela o David Cebrián
Trabajos de fondo como los de Iván
Prado, 'Hamelín' de multitudes con cuerpo y mente de niño, capaz de amansar a
las fieras con una nariz de payaso y cuatro carreras, o el propio Marcelo, Pepe Viyuela, David Cebrián o la excelente compañía
Kanbahiota, con un exquisito espectáculo de trapecio capaz de
dejar en silencio a la más conflictiva asistencia, lograron capear un temporal
que a punto estuvo de suspenderse varias veces en beneficio de la integridad
física de una expedición que no sólo llena de confeti y coloretes las calles,
sino que también se pasea de hospital en hospital sacando del letargo a niños
de expresión asustada y mirada esquiva que aún siguen llegando de Gaza. Es el
caso de Pablo Superestar o de los brasileños Traço, especializados en arrancar
primeras sonrisas a aquellos que las borraron de una memoria traumatizada por
lo que nunca conseguirán entender.
Entre ayer y hoy, el escocés
Johnny Melville y el músico español Mr. Kilombo le tomaban el relevo a Pepe
Viyuela en el campo de refugiados de Shuafat, al otro lado del checkpoint de
Ananta, antes de que el 'Festiclown Palestina' -ese mismo del que el propio
Viyuela reclama que se convierta en guión de película por la complejidad y
terrible comicidad de sus bastidores-, se despida esta tarde de Jerusalén con
una gala por todo lo alto en el Teatro
Nacional Palestino. Su próxima parada, Nablus. El objetivo,
"llevar sonrisas a los más castigados", en palabras de su director,
ha de cumplirse.
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